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Pocos lugares en la Península suscitan tanto misterio como la pequeña isla de Pedrosa, situada al fondo de la bahía de Santander frente a Pontejos. Allí funcionó un sanatorio antituberculoso hasta 1989 en el que, al decir de algunos, perviven los fantasmas de quienes habitaron el lugar.
Si el viajero se atreve a cruzar el puente que une la comarca con la isla, de unas diez hectáreas, accede a un espacio arbolado y misterioso, en el que hay una serie de edificios abandonados que formaban parte del antiguo hospital y sus dependencias. Entre ellas, pabellones para el personal sanitario, una iglesia, un teatro y un antiguo balneario.
El edificio del hospital, rehabilitado para atender a los drogodependientes, evoca
la mansión en la que Alejando Amenábar rodó ‘Los otros’, la película cuyos protagonistas son muertos vivientes. El director eligió el palacio de los Hornillos en Las Fraguas, cerca de Santander. Pedrosa, llamada antes isla de la Astilla, conserva el mismo aire inquietante, onírico e irreal del escenario del filme.
Nada más internarse en la espesura del bosque que circunda el sanatorio, el visitante tiene la impresión de haber entrado en otro mundo anclado en el pasado y poblado por viejas presencias que pueden surgir en cualquier recodo de los caminos o de alguno de los edificios abandonados como su bello teatro modernista.
No es extraño que Anita Lauda, escritora e investigadora de fenómenos paranormales, viera al visitar el lugar la imagen de niños enfermos y sus camas en los dormitorios. A la noche siguiente, ella y otras seis personas volvieron al pabellón para comunicarse con los espíritus. Al poner una canción de Police, se les apareció una enfermera y un grupo de pequeños bajando por las escaleras mientras escuchaban el sonido de sus pasos y sus voces. Todos coincidieron en la misma visión. Hubo otros intentos de explorar el antiguo hospital con parecidos resultados. Algunos estudiosos de esta clase de sucesos observaron una energía sin explicación racional alguna.
La decisión de crear este sanatorio fue tomada por las autoridades sanitarias en 1834. Hubo que esperar más de tres décadas para que sus instalaciones entraran en funcionamiento. El lazareto abrió sus puertas en 1869 para aislar a los enfermos de lepra, fiebre amarilla, cólera, viruela y otras enfermedades contagiosas. En 1909, el centro se especializó en tuberculosis y padecimientos óseos. Alfonso XIII visitó el hospital poco después de la inauguración, como recogen los testimonios gráficos. Atendía a una docena de provincias del norte de España. Y así estuvo funcionando durante ocho décadas. Llegó a albergar más de 600 pacientes, entre los cuales, destacan Aurora y Pilar, conocidas como ‘Las niñas pájaro’, cuya memoria ha persistido entre los más viejos de Pontejos.
La menor tenía 4 años y la mayor, 6, cuando fueron internadas en Pedrosa en los años 60. Padecían la enfermedad llamada progeria, que produce un envejecimiento prematuro. Su familia, originaria de un pueblo cántabro, acudía los fines de semanas a visitar a las hermanas. Los vecinos de Pontejos que las recuerdan dicen que al principio suscitaban una mezcla de miedo y extrañeza, pero que luego fueron acogidas con cariño. Aurora falleció a los 17 años, pero Pilar la sobrevivió y murió en 1986 de un infarto.
La leyenda de ‘Las niñas pájaro’ fue creciendo con el paso del tiempo y alimentando la idea de que la isla estaba poblada por seres deformes y monstruosos que se escondían a la vista del público. En realidad, Pedrosa era un hospital con buenos médicos y un personal que se desvivía por atender a los enfermos. Todos los que pasaron por allí en sus últimas décadas conservan un recuerdo positivo.
Quien crea en la existencia de fuerzas sobrenaturales no encontrará mejor escenario que esta isla santanderina en la que incluso las personas más racionales se sentirán estremecidas por un paisaje que parece sacado de un sueño o, tal vez, de una pesadilla.
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